• CONSTRUYENDO UN FUTURO DE LIBERTAD

Venezuela: Crรณnicas del hambre y la resistencia

Venezuela: Chronicles of Hunger and Resistance

El refrigerador zumba como un fantasma que olvidรณ cรณmo suena la comida.
Han pasado tres dรญas desde la รบltima vez que Lucรญa lo abriรณ, no porque no se atreva, sino porque ya sabe lo que hay dentro: nada mรกs que aire con un leve olor a cebolla vieja y esperanza.

Se sienta junto a la ventana con su hija, peinรกndole el cabello mientras la electricidad vuelve a parpadear. Afuera, la ciudad se mueve en cรกmara lenta: personas esperando buses que nunca llegan, soldados en la esquina fingiendo proteger, y un sol que arde demasiado para un paรญs que olvidรณ lo que se siente tener calor.

Lucรญa solรญa ser maestra. Ahora vende pequeรฑas bolsas de papel llenas de arroz que mide con manos temblorosas. โ€œLo mรกs difรญcilโ€, dice, โ€œes explicarle a tu hija que esto no serรก para siempre cuando cada dรญa parece que sรญ lo es.โ€

La radio suena suave, una vieja grabaciรณn en casete de canciones de protesta. La voz del cantante se quiebra a la mitad, del mismo modo que se quiebran las voces de la gente ahora cuando hablan del maรฑana.


Diego cruza las puertas de la universidad, la mochila colgando vacรญa, la cรกmara adentro envuelta como si fuera contrabando. El edificio huele a gas lacrimรณgeno y tiza. Entrรณ a estudiar periodismo pensando que la verdad era un arma. Ahora sabe que es una herida.
Entrรณ a estudiar periodismo pensando que la verdad era un arma. Ahora sabe que es una herida.

Antes grababa clases; ahora graba filas โ€” gente esperando pan, gas, medicinas, milagros. El lente de su cรกmara se empaรฑa por el calor y por el aliento de cientos de desconocidos apretados, esperando una entrega que quizรก nunca llegue.

โ€œNo muestre sus carasโ€, le advierte una mujer. โ€œEs mรกs seguro.โ€
Pero ยฟcรณmo contar una historia sin ojos?

Cuando comenzaron las protestas, transmitรญa todo en vivo: los cantos, el humo, el caos. Hasta que una noche, su transmisiรณn se congelรณ a mitad de un grito, y el internet se volviรณ negro. Durante horas, el paรญs desapareciรณ tras una cortina digital.
Cuando volviรณ, tambiรฉn habรญan vuelto los soldados.

Ahora Diego graba en silencio. Esconde la memoria en tarjetas pegadas bajo sus zapatos, cruzando retenes con la calma de quien ha aprendido que el miedo tambiรฉn puede contrabandearse.


De noche, todos escuchan el mismo sonido: el silencio entre los cortes de energรญa. La pausa antes de que el generador tosa de nuevo. La breve oscuridad en la que el mundo parece suspendido, conteniendo el aliento.

Ana escribe en esos momentos. Sus palabras son pequeรฑas revoluciones dobladas en metรกforas. Antes era columnista. Ahora es un susurro.
Cada vez que envรญa un nuevo texto a su contacto en el extranjero, lo firma con un nombre distinto: โ€œRosaโ€, โ€œLa mujer en la tormentaโ€, โ€œNadieโ€.

Escribe sobre el hambre que no estรก solo en el estรณmago, sino en el corazรณn: el hambre de dignidad, de verdad, de un ruido que no venga de sirenas.
A veces imagina sus palabras cruzando el mar como aves que recuerdan un cielo distinto.


Cuando el apagรณn dura mรกs de lo habitual, la ciudad se convierte en una coreografรญa de luz de velas. Las sombras se mueven como bailarinas sobre las paredes. Los niรฑos rรญen porque aรบn no entienden lo que significa la escasez.

Lucรญa tararea una vieja canciรณn de cuna mientras avanza la noche. Su hija duerme en su regazo. โ€œAlgรบn dรญaโ€, susurra, โ€œcontarรกs esta historia de otra forma.โ€

No sabe que, a unos kilรณmetros de ahรญ, Diego sigue despierto, mirando el material que grabรณ esa maรฑana: un hombre gritando en un micrรณfono que no funcionaba, una pancarta rasgada por el viento, una mano levantada frente a un muro de escudos.

Detiene el cuadro en esa mano.
Hay algo sagrado en ella: un instinto mรกs viejo que las palabras, mรกs viejo que los gobiernos. La necesidad de alzarse.


El mensaje final de Ana esa semana es breve. โ€œSe llevaron a mi vecino. Dicen que para interrogarlo. Sabemos lo que significa.โ€
Luego aรฑade una รบltima frase antes de borrar el chat: โ€œPero las palabras ya estรกn afuera.โ€


Amanece otra vez, denso y lento. Los canales de noticias dicen que todo estรก normal. Las calles dicen lo contrario.
Los vendedores gritan precios que nadie puede pagar. Un bus pasa con un lema roto en el costado: โ€œPatria o nada.โ€
Los pasajeros miran por las ventanas como si ya hubieran elegido la segunda opciรณn.

Y aun asรญ โ€” entre el ruido, el polvo, la desesperaciรณn โ€” ocurren pequeรฑas cosas. Alguien comparte un pedazo de pan. Alguien se rรญe en la fila. Alguien dibuja una bandera en una pared, los colores corridos pero todavรญa brillantes.

La resistencia no siempre es un motรญn. A veces es simplemente presentarse.


Esa noche, Diego sube un nuevo video. Solo dura seis segundos:
un primer plano de una mano soltando una paloma hecha de papel.
La descripciรณn no dice nada.

Se difunde como fuego โ€” por el Wi-Fi inestable, por el miedo, por las redes invisibles de quienes todavรญa creen.

En algรบn lugar, en un cuarto oscuro con un refrigerador silencioso, Lucรญa lo ve en el celular prestado de su hija.
โ€œMiraโ€, dice suavemente. โ€œEstรก volando.โ€


Ningรบn gobierno puede racionar la fe. Ninguna frontera puede contener la imaginaciรณn. Cuando todo lo demรกs colapsa, quedan las historias โ€” pequeรฑas, frรกgiles, imparables.
When everything else collapses, stories remain โ€” small, fragile, unstoppable.

El hambre tiene un sonido aquรญ.
Es el gruรฑido de los estรณmagos vacรญos, sรญ โ€” pero tambiรฉn el murmullo de un pueblo recordando quiรฉn es.
Asรญ comienzan las revoluciones.
No con ruido, sino con memoria.

La verdad, visible pero silenciada โ€” registrada antes del apagรณn.

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